11 de mayo de 2011

"Para Sofia..."

Se sentó en una banca dándole la espalda a la fuente, recogió las piernas, para posteriormente abrazarlas, y comenzó a llorar.

Lloró porque se sentía herida. Se sentía traicionada, impotente ante la situación, porque no podía hacer nada. Ella siempre hacia algo, era una chica responsable y valiente, pero ante esto no había nada que hacer, y eso era nuevo para ella.

Se sentía muy triste y recordó que cuando era una niña y estaba triste, comía helado, porque ¿a quien no le da felicidad el helado? 'Si es algo tan delicioso', pensó.

Pero recordó también que había ido muchas veces a comer helado con él, y eso la hizo volver a llorar. Después de calmarse un poco (o mucho) se limpió la cara y tomó agua en una fuente que había allí cerca en el parque, pues tenia la boca seca.

Ella había sido siempre una chica que, por no decir vanidosa, cuidaba de su apariencia y de la imagen que daba en público. Pero, o olvidó toda su vida y habitos, o poco le importó cuando, caminando en el parque, apareció un hombre vestido de negro y la miro frunciendo el ceño.

Sofia solo lo ignoró. Aunque también pensó que aquel hombre debía de tener mucho calor.

Pensó, en un intento por justificarse, que si ese hombre conociera su situación, no la miraría así, la entendería. Pero ella no era del tipo de personas que cuentan sus problemas a extraños.

Así que esperó a que el hombre pasara para ir a sentarse de nuevo en la banca frente a la fuente. Después de sentarse, fue consiente de que aún tenía la nota en la mano izquierda, ya un poco arrugada (o mucho) por tanta presión por parte de ella.

Esa nota. Sabía que era un pedazo de papel, y que ese pedazo de papel no tenía la culpa de nada, ni siquiera de existir, pero justo ahora, no podía evitar odiarlo. Y si Raúl hubiera utilizado un pedazo de papel azul, ella odiaría un papel azul. Y si Raúl hubiera utilizado un pedazo de plástico transparente, ella odiaría un pedazo de plástico transparente, porque lo que la hacia odiar ese pedazo de papel, no era el papel en sí, sino las palabras escritas en él.

Sofia sabía muy bien que existían groserias horribles, insultos atroces y palabras hirientes que te calaban el alma hasta decir 'basta', pero a ella, la herían mas esas palabras escritas allí. Desdobló el papel de nuevo, ya con las líneas del dobles marcadas de tanto abrir y cerrar, y lo leyó de nuevo, como esperando que si lo leía otra vez, solo una vez mas (cada vez) diría otra cosa. Pero las infames palabras seguían ahí:


Sofia, amor, perdóname, pero no puedo, no puedo hacerlo amor, no puedo. Por favor, por favor perdóname Sofia, por favor.




___________________________________________________________________




Había estado comprando las cosas que faltaban, y recogiendo otras tantas, así que no puede decirse que haya llegado muy temprano a casa esa tarde. Cuando llegó, entró directamente al cuarto restante de su departamento (el que hacía de habitación de invitados cuando hacia falta, y ahora de mini-almacén, cuando era eso lo que necesitaba) y guardó las cosas que había traído. Se disponía a hacer el almuerzo, pero vio la hora, y decidió que tenía tiempo, así que caminó a su cuarto, dispuesta a tomar una ducha; porque ese día hacia mucho calor, y a Sofia no le gustaba el calor.




Entró en su cuarto, el que compartía con Raúl, y comenzó a desvestirse luego de cerrar la puerta. Iba hacia el baño, antes de recordar que no llevaba toalla (en el baño nunca habían, puesto que Raúl, y bueno ¿para qué negarlo? ella tampoco recordaba llevarla de vuelta; la colocaban directamente en la cesta de la ropa sucia), así que fue al mueble que estaba contra la pared del cuarto (junto a la puerta), donde guardaba las toallas, a buscar una.




Tenia la mano puesta sobre la gaveta, y estaba a punto de abrirla, cuando la distrajo algo sobre el mueble. Era un papel. Un pequeño papel doblado que ella no había dejado allí esa mañana cuando salio. Y ella había salido después de que Raúl, con un extraño comportamiento, cabe destacar, lo hiciera.




Tomó la nota. Decía "Para Sofia", así que la leyó. Primero pensó que era una especie de broma. Después recordó la actitud de Raúl los últimos días. Y, un poco mas rápida y bruscamente de lo que hubiera admitido, abrió no la primera, sino la segunda gaveta.




En esa gaveta, Raúl guardaba sus camisas, y justo ahora, esa gaveta estaba vacía. Sofia corrió al armario y abrió las puertas a la carrera. Tampoco estaban sus pantalones; ni siquiera la horrible camisa de flores que su madre le había regalado y que Raúl guardaba por cortesía. No había nada de él ahí.


—Por Dios, Raúl. ¿Qué estás haciendo? No me hagas ésto. ¡No lo hagas! -gritó Sofia al aire, dado que él (donde sea que estuviera) no podía oírla.

Sintió que el apartamento se encogía de un momento a otro, y que el aire la asfixiaba. Tenía que salir de allí, o tendría una crisis. Sofia era claustrofóbica.

Se colocó las primeras ropas que encontró, que resultaron ser unos shorts gastados de jean, la camisa de Bob Esponja que utilizaba para dormir, y un par de botas negras (no por nada el hombre en el parque frunció el ceño) y salió de allí.

Había intentado llamarlo, pero "el teléfono que usted marcó está apagado o fuera del área de servicio. Por favor, intente mas tarde" desesperó a Sofia y dejó de llamar. Había hecho ya el intento. Si él pretendía hablar con ella, la llamaría.

Y justo después de eso, había llegado al parque.

Se desesperaba pensando cosas como: "¿dónde está? ¿qué está haciendo? ¿Por qué lo hizo? ¿por qué así? Tal vez lo presioné mucho y no me dí cuenta". De repente, volvió a llorar.

Nadie podía culparla. No todos los días te dejan. Y por una nota.

De pronto, ese hecho pareció pesar mas de lo antes apreciado en la cabeza de Sofia. "Una nota. Raúl cortó conmigo, ¿por una nota? ¿Que dejó sobre el mueble de nuestro cuarto?" pensó. Para corregirse luego y pensando "mi cuarto".

La cólera gobernó los pensamientos de Sofia, y era un hecho, que si hubiera tenido a Raúl frente a ella en ese momento, lo habría estrangulado, y no hubiera habido fuerza humana sobre la tierra capaz de detenerla.

"Ese... idiota" era el tipo de cosas que pasaban por su mente (o hasta peores) en ese momento. "El muy cobarde se fue y dejó una nota para justificarse. Se fue y pretende que de yo la cara a todo el mundo sola. ¡Estas cosas no se hacen así! ¡Se suponía que eramos una pareja!". Y de pronto a Sofia dejó de dolerle que Raúl se hubiera ido; comenzó a dolerle que desconfiara tanto de ella y de su reacción al decirle las cosas de frente, que se había ido dejando una nota.

Llevaban años (mas específicamente, cinco) estando juntos. Se suponía que como pareja, debían confiar el uno en el otro, ¡si hasta vivían juntos!. Él debió haberle dicho algo, y a ella le dolía en el alma que no lo hubiera hecho. Le dolía su desconfianza, y le dolía su cobardía. Pero ahí había una diferencia: ella era valiente, y hacia las cosas de frente. Tenia coraje para afrontar las situaciones y decir las cosas en la cara. Él, no tanto.

Sofia recordó que siempre le reprochaba eso a Raúl. Su falta de confianza. Inclusos había sido ella la que se le declaró cinco años atrás, y él había dicho que si. Ella siempre lo apoyaba en las cosas con las que él necesitaba ayuda.

"Quizá fue por eso" pensó. "Quizá se acobardo con respecto a nuestra relación". Ya ni sabia que pensar. Al menos ya no lloraba.

Pensó que era extraño. Siempre creyó que si algo así le pasaba (ya saben, cuando ves esas películas en las que dejan a la chica y ella esta sola llorando) habría llamado a todas sus amigas, porque no era bueno estar así, y sola. Pero ahora se daba cuenta de que la soledad ayuda. Si estuviera con sus amigas, estarían lamentándose por ella. Y ella no quería lastima.

Sofia se limpió la cara (otra vez) y se levanto de la banca en la que estaba. Tenía muchas cosas que hacer, al fin y al cabo. Raúl se las pagaría cuando lo viera, aseguró para sí, porque, cancelar una boda una semana antes de ser efectuada, ella sola, no iba a ser para nada fácil.

Pero Sofia era valiente, y tenia coraje.

Raúl, no tanto.